Él y yo nos hicimos amigos, cuando asistía a la escuela secundaria.
Al principio sentía demasiada apatía, siempre se sentaba junto a mi, clase tras clase.
Lo primero que esbocé dirigiéndome a él fue:
- ¡¿Podrías callarte por favor?!
El siempre respondía tajante a mi forma de hablarle; con frecuencia no era la correcta, pero realmente no me simpatizaba en absoluto, principalmente debido a su poca delicadeza para tratar con chicas, por el poco respeto que tenía mientras yo estudiaba, ya que cuando intentaba prestar atención a la clase, la mayoría de las veces masticaba chicle y hacia bombas cada dos minutos. Quizás no lo hacía deliberadamente, pero me molestaba, y demasiado. El ruido de los nudillos de sus dedos chocando con la vieja madera de los pupitres del salón, me sacaba de mis casillas; ya lo había tolerado las primeras tres semanas de clase, pero comenzaba a irritarme.
Así que el día que decidí reclamarle se molestó. Volvió el rostro hacia mí, su expresión se tornó como si se viera realmente complacido de que estuviera causándome molestia alguna.
- No quiero callarme.
Respondió con altanería.
- Pues lo haces, o le diré al profesor.
Lo amenacé con mi mejor arma, según creí.
- Pues cuando el me diga que guarde silencio lo haré, no tengo por qué escucharte a ti, si en realidad te molesto, hay varios pupitres disponibles en la parte de atrás, y si es todo lo que querías decirme, sería excelente, ya que estás quitándome el tiempo.
- Esta no es tu propiedad, ni te encuentras en tu casa así que...
- ¿Así que que?. Ni siquiera sabes que decir, la que debería callarse eres tú.
¡Vaya! y creí que YO había sido grosera, desde luego mi tono de voz inicial no había sido el mejor, pero el de él tampoco lo fue. Sentí ganas de enseñarle la lengua o algo por el estilo, en efecto no sabía que más decir y le dí la espalda enfadada.
Aunque tenía razón, si que había bastantes lugares en la parte posterior del salón de clases, pero a mi no me agradaba sentarme tan lejos del pizarrón, pues solía distraerme con más facilidad. En la parte de enfrente ya no había ningún otro lugar que yo pudiera ocupar, así que... Lo ignoraría. ¿Qué tan difícil podría ser ignorar a ese chico? y lo más curioso ¿Por qué me había intimidado tan fácilmente?. Se me ocurrían en ese momento varias contestaciones que pude haberle dicho... pero entonces sí me habría reprendido el profesor, tal vez fue lo mejor. Pero me había hecho enojar.
Al día siguiente llegué tarde, mis compañeros habían entrado ya al salón y todos se encontraban ya sentados, pedí permiso para entrar.
- ¿Me permite la entrada?
- Adelante. Dijo el profesor.
Había dos alumnos más que el día anterior. Toda la escuela se caracterizaba por que sus alumnos asistían perfectamente uniformados, las mujeres portábamos la falda del colegio, en color azul marino con un patrón de cuadros amarillos y verdes, muy elegante.
Los hombres asistían con un pantalón formal, en el mismo tono que la falda excepto por los cuadros.
Hombres y mujeres, lucíamos en el suéter oscuro, el escudo del colegio, debíamos usar corbata oscura.
Camisas o blusas blancas respectivamente, y un chaleco en el mismo tono azul marino.
El uniforme me gustaba bastante, cuando me dirigía a la escuela lo hacía con gusto, solo tenía trece años y me encantaba asistir a a secundaria.
Ocupé mi lugar y copié los ejercicios de matemáticas que había escrito el profesor en el pizarrón con unos números muy poco legibles a mi criterio.
Comencé a resolverlos. Eran ecuaciones de primer grado, bastante fáciles la mayoría, pero había una en particular que no sabía como resolver,}
Mi compañero de al lado parecía estar en otro lugar, mentalmente almenos. Entregué mi trabajo al profesor y volví a mi asiento, Isaac, el chico con el que compartía pupitre, me dirigió una mirada fugaz, que me hizo recordar que no me simpatizaba.
Había pensado que NO nos llevaríamos bien el resto del ciclo escolar, o tal vez los tres ciclos. Pero... ¿No era demasiado pronto para pensar eso? Quizás si, quizás no...
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