He dudado mucho en si escribir esto o no…
He dudado mucho acerca de si debo eliminar lo que me
recuerda a ti, cada noche se ha vuelto un infierno.
Imagino que tú duermes tranquilo, en tu tan apacible
aposento.
Ayer deseaba hacerte llegar en un murmullo cada una de las
razones por las cuales no he querido dejarte, cada uno de los pequeños hilos
que me ataban a ti, y repararlos, atarlos adornándolos con moños y trenzas,
para que lucieran como al principio.
Pero me di cuenta de algo, algunos estaban desgastados, tan delgados que su
nítido color rojo, se había tornado blanquizco y ya no podían resistir una
enmendadura por elaborada que fuese.
Recurrí a aquel lugar donde los árboles proveen de una
sombra que una vez nos miró complacida por la atracción de nuestros cuerpos,
corazones y sentimientos. Aquella sombra que apaciguaba nuestra estancia aquel
día de enero cuando todo nos salía tan bien…
Y aquellas risas de las cuales los árboles habían sido
testigo, emitidas al unísono, transmitiendo una armonía que anuncia que un
sentimiento crece y cree en la factibilidad del evento que se nos presentaba,
solo se tornaron en eco, de algo que no trascendió.
Luego recorrí aquel corredor que se encontraba lleno de
luces rojas verdes y amarillas, que alumbraron nuestro destino esa noche.
No existían más los destellos. Me encontré con los restos de
árboles que callaban secretos desde hacía años atrás. Había olvidado una parte
de mí en ese lugar, y no pude hallarla más.
Supe que debía construir un nuevo prototipo de mí, esta vez
más fuerte, esta vez más inteligente y más noble, más frío, más sencillo de
utilizar. No debía extraviar más piezas, pues casi había perdido la parte más esencial
de mi armamento: Mi cordura.
Con el paso del tiempo, había intentado cambiar piezas por
otras que no encajaban y así mismo, dañaban las entradas que habían sido
moldeadas para un paquete exacto, de algún tipo de psicodelia, compatible con
la mía claro.
Aquel día miré la luz del sol acariciando mi rostro en forma
de consuelo. Irónicamente, yo odiaba el calor, de modo que resultaban dolorosos
los rayos que además poseían un sabor rancio y polvoriento.
Necesitaba algo de agua y hielo, con eso la hinchazón de la
herida sería neutralizada.
Era una lástima que hasta ese entonces las únicas rocas de
hielo que conocía y tenían efecto sobre
mí eran las que tu tenías en tus manos.
Inquirí para mí misma: ¿Cómo una decisión podía causarme
tanto sufrimiento?, ¿Cómo era posible que deseara que una daga en mis entrañas
siguiera clavada en mi cuerpo, aún cuando me desangraba?, ¿Cómo podía ser una
buena decisión algo que me hacía querer estallar en llamas, que quemaba mi
garganta con una sed dolorosa?
Recordé las últimas palabras que dijimos al estar frente a
frente. Para esas alturas, los hilos que
nos sostenían flaqueaban, y amenazaban con romperse si se esbozaba una palabra
en falso.
Quisiera haberte podido decir que nunca había intentado ser
más feliz contigo que aquella racha después de que acudiste a buscarme de madrugada
con los ojos llorosos y temblando de frío. Nuevamente tus manos acariciaron mis
mejillas siendo el antídoto para las llamas que ardían en mi rostro, caían en forma
de lágrimas saladas y dolían; una a una.
A partir de ese momento, decidí no volver a mirar a nadie más, y lo hice. Cada noche ansiaba
llegar a casa y estar contigo, aunque fuera detrás de un monitor, pues
fuera del muro que representaba el mundo de ambos, tanto tu como yo
teníamos ocupaciones.
Desearía haberte dicho cada noche cuanto extrañaba aquel
tiempo en el que reíamos sin parar, como el día en que jugamos en el parque
hasta ensuciar nuestra vestimenta de recuerdos que flotaban en el aire, seguido
de una convivencia extraña que nos hacía perdernos en el tiempo y olvidar que
más personas se encontraban alrededor de nosotros. Como cuando conversábamos y
terceras personas se sintieron excluidas de nuestro entorno, que se asemejaba a
una burbuja en donde solo flotábamos tu y yo.
Recordé también aquel callejón en el que nos veíamos al caer la tarde, sin falta. Y aunque solíamos
platicar un tiempo muy corto, ambos nos sentíamos llenos por estar juntos.
Tal vez extrañaba más, que al recostarnos sobre la maleza de
algún lugar el sol que a ti y a mí nos desagradaba, solía meter sus narices en
medio de nosotros, irritando nuestros ojos; Dada esta situación, solo pensaba
en cubir tus ojos, en protejerte. Tu hacías lo mismo, de modo que ambos
permanecíamos cubiertos de sus rayos…
Desearía haber guardado ese aroma en una cápsula de tiempo,
y tal vez podrías recordar lo que sentías por mí en aquellos días cuando fuimos
uno mismo.
Todo tiene un tiempo de vida; asimismo nuestro amor se
apagaba con el paso de los días, a causa de corrientes de viento, que
debilitaron los cimientos construidos en las cenizas de una amistad que terminó
al comenzar a amarnos.
El contacto sexual, nos llevó a pertenecernos de alguna
forma, quizá por eso al disgustarnos, nuestro corazón se hacía añicos. Cometí
error tras error contigo. No sabía cómo tratarte, porque tampoco sabías como
tratarme a mí. Recuerdo tu ceño fruncido cuando te molestabas, y el sonido de
tu voz cuando decías que me amabas. Pronto ese sonido fue cada vez más tenue.
Continué guardando en mi corazón cada una de las cosas que
me lastimaban y nunca te las dije, en lugar de eso, hice sin querer cosas que
te lastimarían a ti.
Aún así, al transcurrir los días, me dí cuenta de que quizá
no fuimos nunca almas gemelas después de todo. Pasamos tiempo
lejos, y un hielo distinto
intentó sanar mis
heridas.
Marrón era
encantador, fue un buen amigo,
y secó mis lágrimas cuando tu
frialdad estuvo ausente.
Tu magenta hizo
lo mismo contigo, y no
pude evitar sentir
que se repetía
la historia…
Ambos nos escuchábamos
antes de unir
nuestros corazones. Nos divertíamos
mucho juntos, cantamos,
reímos sin parar, hicimos música con nuestros instrumentos
favoritos. No pude evitar sentir que volvía
a comenzar la historia con Magenta,
quizás por eso me
volví loca.
Perdóname.
Antes de ser atados
por hilos rojos,
también fuimos los mejores
amigos; y es
por eso que me
volví tan insegura…
Me ocurrió lo
mismo con Marrón, me daba
un respiro de aquel
dolor. Tanto que
intentó por mí que, su vida se
le escapaba de las manos.
Sin embargo
decidí que no quería entregarle
a él mi
cordura, puesto que no la
tenía en mis manos, la tenías
tú.
Día a día se
percataba de que
no podía amarle
igual que a ti.
Me preguntaba ¿Por qué te
prefería a ti.
Nada me hizo
sentir tan mal que
destruir su corazón en mil pedazos, pero estabas
tú sobre todo, y no
podía evitar sentir una
necesidad por esa
droga que hacía latir mis órganos vitales.
Creí que todo sería como
antes, siempre pensé
que éramos muy
similares, y demoré mucho en
darme cuenta de que
nunca fue así.
Mis errores fueron
garrafales, pero no comprendía
por que justo cuando había
cambiado todo eso, fuiste tú quien hizo pedazos mi corazón.
Cuando
comenzaste a extrañar más
la compañía de magenta
que la mía me dí cuenta
de que ya
no éramos más
aquellos jóvenes que se
divirtieron alguna vez jugando en
un parque. Ahora ella era tu
magenta y nuestra
burbuja comenzó a romperse…
No sabría contar
cuantas veces te despediste para
ir a dormir,
y continuaste platicando
con ella, por que
era tu nueva confidente, por que
realmente habían conseguido cultivar
una buena amistad
a base de confianza, tiempo juntos
y otras afinidades.
Todo eso, hasta un cierto
punto, traté de
comprenderlo hasta que
me volví loca
cuando supe que
lo ocultaste…
Eso me hizo creer
otras cosas, que la
preferías antes que a
mí, cuando yo te prefería antes
que todo el mundo…
Me sentía fea,
no supe quién era, hasta que
me ví convertida
en tu sombra , quien te seguía
por que te necesitaba y
a quien tu considerabas tu
musa por que era una
costumbre de ambos.
Me sentía pequeña por
que no me
sentía capáz de
competir con ella, debido a que efectivamente e había
equivocado en el pasado y tu
la describiste como la
persona más honesta y
buena amiga que nunca
tuviste. Sabía que en algún
momento yo llegué a significar eso para ti, y ya no lo era más-
Me retorcía en mi incertidumbre por que a pesar de que sabía
que me lo ocultabas, yo seguía intentando enamorarte… y es algo que jamás sabré
como hacer nuevamente.
Me invadía una profunda tristeza cada noche que hablamos y
tardabas tanto en responder, cuando antes le respondías a ella. ¿Qué cómo lo supe?,
Para esas alturas, efectivamente mis celos se
habían salido de control derivado de las mentiras y la desconfianza que
había descubierto, aunque no te hubiere mencionado nada al respecto.
Me sentí ahogada al no tener con quien hablarlo, y siendo
honesta, esa era la parte en la que solo marrón sabía darme un consejo.
Muchas veces lloró conmigo, a sabiendas, que yo no podía
estar tranquila, y quería por todos los medios volver a ocupar ese lugar que
ocupé en tu vida. Que fueras primero mie amigo, nuevamente, que me llenaras con
tu amor, como aquellos días bajo los árboles…
Creo que solo empeoré las cosas, me volví loca en mi dolor,
de lo que imaginaba. No quería que te fueras; Luego descubrí que no solo era
magenta, tus ojos, miraban a personas externas a mi por que ciertamente te
estabas cansando o eso percibí…
Mi cordura sugería que era un buen momento para darme por
vencida, puesto que cuando el amor se apaga por fracturas, es imposible
recuperarlo.
Me sentía demacrada frente al espejo, incapaz de enamorarte algún
día nuevamente…
Tu solías maravillarte por sus fotos, y solías hacérmelo saber,
nunca supe si fue sin querer, pero a fin de cuentas lo supe. No hubo nada que
me lastimara más que saber que no eras mío.
Y al fin comprendí que siempre habíamos sido diferentes.
La amistad que yo extrañaba, nunca fue amistad, de lo
contrario no se habría roto al iniciar nuestra relación. La amistad se alimenta
día con día al igual que una planta. Organismo pluricelular que se había
marchitado desde la primera vez que intercambiamos insultos y rompimos en
llanto uno por el otro.
Las cosas que tuvimos en común terminaron en cuanto se
volvió una rutina, llegar, e ir juntos al parque, al preguntarnos lo mismo,
cada mañana, al enviarnos un mensaje de texto siete días a la semana, sin algo
que destacara. Me incluyo.
La persona a quien yo conocí (tú) cambió cuando comenzó a
darse cuenta de que detrás de nuestros muros, había otros mundos y decidió
explorarlos. Me pregunto ¿Qué hubiera sucedido si ante la ley hubiéramos unido
nuestras vidas a escondidas cuando decidimos usar nuestros anillos que representaron
nuestro compromiso?
Con el tiempo dejaste de utilizarlo por que dudabas si
realmente querías compartir tu vida conmigo.
Lo que nunca pude comprender fue: ¿Por qué continuabas
diciendo que me amabas?
Si tus actos mostraban lo contrario una y otra vez.
Y no quería dejarte hasta que mis ojos fueron abiertos. Fue
el día en el que un buen amigo expresó: “El no va a cambiar…”.
Entonces reparé cada uno de mis cabellos desaliñados. Decidí
que ya no tenía por que continuar bebiendo de mis propias lágrimas. Quizá debía
pagar por lo que le hice
a Marrón así que le
ofrecí una disculpa.
Para mi sorpresa,
sus ojos
resplandecieron nuevamente, y
su sonrisa me mostró
una alegría inmensa de
volver a verme.
Pronto un destello de
luz se asomó
desde la oscuridad a lo
lejos y comencé
a beber rayos
de sol que
ahora sabían a té
de canela con manzana, en medio del invierno.
No intenté buscar
un consuelo en sus brazos. Por
que ese consuelo
solo vendría con el
paso del tiempo, simultáneamente al
sanar mi corazón. Proceso que se
aceleraba con su alegría y me di cuenta
de que no tenía que dolerme toda
mi vida. Me enseñó a abrazar la verdad y a soltar todo lo anterior. Cada día… de a poquito.
Volvió mi mejor amigo y nada trajo más paz que lo que fue
postrero a aquel suceso.
Puse en orden cada pila de libros que había desordenados en
mi vida.
Los ordené cronológicamente, y me deshice de las hojas secas
que se yacían en la puerta de aquella entrada que daba paso a un nuevo
amanecer. Y así decidí perdonarme
también, dejar en paz la vida de magenta y pedir también por ella. Para
sanar mi
corazón.
Despertaba cada vez menos en las noches, hasta que pude dormir
con la luz apagada, como una niña pequeña.
Apartir de aquí, sellaré ese recuerdo.
TE PERDONO. ME PERDONO.
Dios te bendiga y te proteja en donde quiera que vayas
Dennis.
Con aprecio: Anna.