22 de diciembre de 2019

Miel

Hacía años que no sabía nada de Marrón. Después de varias tragedias amorosas mi viejo amor de otoño quedó en el olvido; no por que así lo deseara, sucedió que algunos meses después de haber salido juntos le rompí el corazón...
Definitivamente no quiso volver a verme, así que se comprometió con una chica rusa, llamada Nadenka.
Lo último que supe de el, era que Nadenka había sido su novia durante los últimos 3 años. No estaba familiarizada completamente (por obvias razones) con su vida actual; si bien siempre tuve en la mente preguntas como ¿qué habrá hecho de su vida?, ¿se acordará de mi? o ¿qué pasaría si volviera a encontrarme?, no tenía ni la más remota idea de lo que había sucedido con él.

Pero, esa noche en medio del silencio estremecedor de la abismal oscuridad que dejaban entrever las cortinas del delicado velo blanco desperté sobresaltada. Escuché su voz llamar por lo bajo, a penas audible. No era real; sin más lo que fue por segundos algo tan verosímil se volvió una emoción similar a la que se obtiene luego de un sueño bastante nítido: con una sensación de vacío e intriga.

Las próximas tres noches estuvieron llenas de su aroma y el roce de su piel que jamás probé, la humedad de sus labios que en su momento se hundían en los míos. Imaginé dentro de esos sueños sus ágiles manos rodeando mi cintura bajando a mis caderas. ¿No era algo enfermo pensar en su cuerpo aún sin haber estado con él antes?, no importaba, de cualquier forma no esperaba verlo de nuevo.
Lo único que se me ocurrió para contrarrestar esos sentimientos (si así podía llamarles) fue escribir lo siguiente:


Querido Marrón

Aunque conozco tu nombre, he evitado mencionarlo por miedo a que mi corazón te reconozca como su irrevocable complemento. Es decir, mi nombre significa protección y el tuyo una especie de fortaleza. ¿cómo podría protegerme de tus ojos que me atraviesan como lanzas, desangrando mi razón?
He querido tan solo olvidar tu aroma, evitar tus ojos que veo en sueños, te odio por eso.
Te veo a diario con tu deliberada sonrisa y pienso en correr a ti. ¿te gustaría que lo hiciera?


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Al terminar de escribir, regresé a la cama. Al parecer escribir siempre funcionaba, los siguientes días fueron tranquilos. Casi olvidé por completo lo que había pasado semanas atrás.
Aquella tarde de agosto, salí a caminar sola como de costumbre, como cada viernes.
Disfruté ver la brisa juguetear con el cabello de otros, saboreé en mi mente una bola de helado de vainilla pues en aquella ocasión me encontraba resfriada.
Continué por la acera observando el verdor de aquel parque ubicado en una de las zonas más transitadas de la cuidad. En él permanecían jardines nacientes de flores moradas, amarillas y rojas. Además en el centro se encontraba un reloj de piedra en donde me gustaba sentarme a fumar uno o dos cigarrillos de vez en vez.
Al entrar en calor con el entrono y movida por la paz y el placer del momento cerré los ojos echando hacia atrás la cabeza y entonces lo escuché. Me paralicé.

-¿Anna?

Aquella voz era inconfundible, y me tomó por sorpresa, tanto que el cigarillo resbaló de mis dedos, callendo en un zapato. Él rió complacido.