Una mañana desperté sin ánimo.
Pensé con fastidio en que era otro día mas; hubiera deseado
poder dormir hasta tarde, enzimismarme en mis sueños locos, en mis pensamientos abstractos y en el ruido tan sigiloso de ellos girando, rondando por mi mente una y otra vez. Otro día tan rutinario como todos los anteriores, un día común, en lo referente a la secuencia de todo lo que a diario realizaba. Era lluvioso, amaba los días lluviosos. Para mí, era bastante agradable escuchar el caer de las gotas, aunque también solía traerme un poco de nostalgia, debido a que existían en mi mente demasiados recuerdos, buenos, y malos con respecto a días en este estado del clima. La lluvia solía recordarme el amor y el desamor al mismo tiempo, la lluvia era para mi la prueba de que aún existía algo que yo amaba.
La lluvia era compañera de mi sufrimiento y alegría, era el caer de mis lágrimas y el brillo de mis ojos.
Hay cosas en la vida que no encuentras en todo el mundo, como por ejemplo un jardín encantador, nunca encuentras un sitio igual a otro, una escultura igual a otra por muy perfecta que parezca, una persona igual a otra... pero para mi la lluvia era algo que podía admirar en cualquier lugar donde permaneciera, por muy lejos y rápido que corriera siempre me encontraba... no era solo un estado ánimo, era un sentimiento una emoción completamente diferente. Eran mis problemas y mis soluciones, era una bendición... o quizá, solo quizá una maldición.
No para de llover, nunca ha dejado de llover...
No era que me agradara parecer psicópata masoquista, era solo que en ocasiones solía paradójicamente disfrutar mas de mi dolor que de mi alegría, o tal vez era que lo merecía. La vida no me había dado precisamente demasiadas razones especialmente en los últimos días, para sonreír con ganas. Usualmente pensaba en cosas que me hacían daño y no sabía por que.
En días como aquellos el caer de una hoja eran frecuencias de sonido bastante ruidosas para mis oídos, para mi mente vaga, el viento me dejaba absorta...
La lluvia no cesaba en mi vida, no en esa época. Supongo que es verdad que una vida sin dolor no es una buena vida, pero esa situación era pasarse de la raya, pues mis emociones eran incontrolables, me encontraba en un estado de bipolaridad extrema.
Aquel día continuó sin pausa, miraba al cielo cada que podía y la fina brisa que anunciaba que el día estaba por terminar, humedecía mi rostro, mojaba mis labios, igual que lo hace un beso.
Entonces comprendí que aunque la lluvia no cese, aprendes a caminar bajo ella e incluso ver lo mejor de ella, encuentras apoyo en cada gota de agua, y los charcos no te mojan más, el lodo no te hace tropezar, te hace ver x donde caminas, en vez de ácida se vuelve dulce, se vuelve cristalina, decantadora, la humedad es una respiro al alma... cada lágrima limpia el dolor...
Cada día lluvioso era una limpieza profunda de mi alma, era como volver a
Krasnodar...