Aquellos días en los que el sol resplandecía y el calor abrazaba cada rincón de la ciudad, hasta volverse insoportable.
Ciertamente aquel era un día distinto, en el que el viento soplaba de manera sutil sobre la espesura de los árboles que callaban varios secretos, desde hacía varios ayeres.
No sé que fue más extraño;
Que aquel día no tropezara, o escuchar tu bello nombre en Hebreo, proveniente del mismo ángel que fuere valiente y noble, igual de determinante y humilde que tú.
No sé si fue más extraño que al conocerte perdiera el aliento, o tu instinto de protección repentino hacia mí. No sé si fue coincidencia encontrarte cuando NO te buscaba o haber caminado varias veces tan cerca de tí sin saberlo en el pasado.
Todo comenzó con un Hola, Seguido de tu carisma abrumadora, y tus ojos color marrón oscuro. Tu complexión diseñada para mirarme, como quien mira un lago en el horizonte, ni tan arriba, ni tan abajo.
O quizá todo comenzó al verte levantar tus manos adorando al Soberano, quien fuere testigo de mi amor por tí. Amor que crecería con el paso del tiempo y que callaría para poder convertirme en tu ayuda idónea sin que lo supieras, pues había puesto los ojos en quien sufría por alguien más.
Ni así reconocía que me agradabas. más que agradarme, creo que te quería más allá de lo que se quiere a un amigo.
Y hacías honor a tu nombre, yo sabía que Dios era tu fuerza, más que levantar tus manos, o mover los dedos sobre una guitarra eléctrica sabía que tu misión es y sería alabarle.
Hacías todo tan bien, cumplías tan bien tu papel de abrigarme, de cuidarme, de escucharme cunado tenía el corazón roto por aquella decepción recurrente.
Me enamoré de tu voz grave, hermosa, de tu risa irónica y discreta, de tu forma tan sutil de decir que me quieres.
No sé que fué más extraño, escuchar tu nombre que nunca conocería si no fuera por tí, o el que me obligaras con tu hermosa sonrisa a ser asquerosamente cursi de forma involuntaria.
No sé que es más hermoso, escucharte hablar u observar tu forma peculiar de vestir, tan varonil y sencilla, tan casual y atractiva.
No sé que fué lo que me cautivó, escucharte decir que me querías para siempre, o la manera en que dices:
"Escúchame nena, confía en mí o te haré enojar o llorar, tal vez reír, pero algo va a pasar..."
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