31 de marzo de 2015

I'm OK

He dudado mucho en si escribir esto o no…
He dudado mucho acerca de si debo eliminar lo que me recuerda a ti, cada noche se ha vuelto un infierno.
Imagino que tú duermes tranquilo, en tu tan apacible aposento.
Ayer deseaba hacerte llegar en un murmullo cada una de las razones por las cuales no he querido dejarte, cada uno de los pequeños hilos que me ataban a ti, y repararlos, atarlos adornándolos con moños y trenzas, para que lucieran como al principio.
Pero me di cuenta de algo, algunos  estaban desgastados, tan delgados que su nítido color rojo, se había tornado blanquizco y ya no podían resistir una enmendadura por elaborada que fuese.
Recurrí a aquel lugar donde los árboles proveen de una sombra que una vez nos miró complacida por la atracción de nuestros cuerpos, corazones y sentimientos. Aquella sombra que apaciguaba nuestra estancia aquel día de enero cuando todo nos salía tan bien…
Y aquellas risas de las cuales los árboles habían sido testigo, emitidas al unísono, transmitiendo una armonía que anuncia que un sentimiento crece y cree en la factibilidad del evento que se nos presentaba, solo se tornaron en eco, de algo que no trascendió.
Luego recorrí aquel corredor que se encontraba lleno de luces rojas verdes y amarillas, que alumbraron nuestro destino esa noche.
No existían más los destellos. Me encontré con los restos de árboles que callaban secretos desde hacía años atrás. Había olvidado una parte de mí en ese lugar, y no pude hallarla más.
Supe que debía construir un nuevo prototipo de mí, esta vez más fuerte, esta vez más inteligente y más noble, más frío, más sencillo de utilizar. No debía extraviar más piezas, pues casi había perdido la parte más esencial de mi armamento: Mi cordura.
Con el paso del tiempo, había intentado cambiar piezas por otras que no encajaban y así mismo, dañaban las entradas que habían sido moldeadas para un paquete exacto, de algún tipo de psicodelia, compatible con la mía claro.
Aquel día miré la luz del sol acariciando mi rostro en forma de consuelo. Irónicamente, yo odiaba el calor, de modo que resultaban dolorosos los rayos que además poseían un sabor rancio y polvoriento.
Necesitaba algo de agua y hielo, con eso la hinchazón de la herida sería neutralizada.
Era una lástima que hasta ese entonces las únicas rocas de hielo que conocía  y tenían efecto sobre mí eran las que tu tenías en tus manos.
Inquirí para mí misma: ¿Cómo una decisión podía causarme tanto sufrimiento?, ¿Cómo era posible que deseara que una daga en mis entrañas siguiera clavada en mi cuerpo, aún cuando me desangraba?, ¿Cómo podía ser una buena decisión algo que me hacía querer estallar en llamas, que quemaba mi garganta con una sed dolorosa?

Recordé las últimas palabras que dijimos al estar frente a frente.  Para esas alturas, los hilos que nos sostenían flaqueaban, y amenazaban con romperse si se esbozaba una palabra en falso.
Quisiera haberte podido decir que nunca había intentado ser más feliz contigo que aquella racha después de que acudiste a buscarme de madrugada con los ojos llorosos y temblando de frío. Nuevamente tus manos acariciaron mis mejillas siendo el antídoto para las llamas que ardían en mi rostro, caían en forma de lágrimas saladas y dolían; una a una.
A partir de ese momento, decidí no volver a mirar  a nadie más, y lo hice. Cada noche ansiaba llegar a casa y estar contigo, aunque fuera detrás de un monitor,  pues  fuera del muro que representaba el mundo de ambos, tanto tu como yo teníamos ocupaciones.
Desearía haberte dicho cada noche cuanto extrañaba aquel tiempo en el que reíamos sin parar, como el día en que jugamos en el parque hasta ensuciar nuestra vestimenta de recuerdos que flotaban en el aire, seguido de una convivencia extraña que nos hacía perdernos en el tiempo y olvidar que más personas se encontraban alrededor de nosotros. Como cuando conversábamos y terceras personas se sintieron excluidas de nuestro entorno, que se asemejaba a una burbuja en donde solo flotábamos tu y yo.
Recordé también aquel callejón en el que nos veíamos al  caer la tarde, sin falta. Y aunque solíamos platicar un tiempo muy corto, ambos nos sentíamos llenos por estar juntos.
Tal vez extrañaba más, que al recostarnos sobre la maleza de algún lugar  el sol que a ti y a mí  nos desagradaba, solía meter sus narices en medio de nosotros, irritando nuestros ojos; Dada esta situación, solo pensaba en cubir tus ojos, en protejerte. Tu hacías lo mismo, de modo que ambos permanecíamos cubiertos de sus rayos…
Desearía haber guardado ese aroma en una cápsula de tiempo, y tal vez podrías recordar lo que sentías por mí en aquellos días cuando fuimos uno mismo.
Todo tiene un tiempo de vida; asimismo nuestro amor se apagaba con el paso de los días, a causa de corrientes de viento, que debilitaron los cimientos construidos en las cenizas de una amistad que terminó al comenzar a amarnos.
El contacto sexual, nos llevó a pertenecernos de alguna forma, quizá por eso al disgustarnos, nuestro corazón se hacía añicos. Cometí error tras error contigo. No sabía cómo tratarte, porque tampoco sabías como tratarme a mí. Recuerdo tu ceño fruncido cuando te molestabas, y el sonido de tu voz cuando decías que me amabas. Pronto ese sonido fue cada vez más tenue.
Continué guardando en mi corazón cada una de las cosas que me lastimaban y nunca te las dije, en lugar de eso, hice sin querer cosas que te lastimarían a ti.
Aún así, al transcurrir los días, me dí cuenta de que quizá no fuimos nunca almas gemelas después de todo. Pasamos  tiempo  lejos, y  un hielo  distinto  intentó  sanar  mis  heridas. 
Marrón era  encantador, fue  un buen amigo, y  secó mis  lágrimas cuando  tu  frialdad  estuvo  ausente.  Tu  magenta  hizo  lo  mismo  contigo, y no  pude  evitar  sentir  que  se  repetía  la  historia…
Ambos  nos  escuchábamos  antes  de  unir  nuestros  corazones. Nos  divertíamos  mucho  juntos,  cantamos,  reímos  sin parar, hicimos  música con nuestros  instrumentos  favoritos.  No  pude evitar sentir que  volvía  a comenzar  la historia  con Magenta,  quizás  por eso  me  volví  loca. 
Perdóname.
Antes de  ser  atados  por  hilos  rojos,  también fuimos  los  mejores  amigos;  y  es  por  eso  que me  volví  tan insegura… 
Me  ocurrió  lo  mismo  con Marrón,  me daba  un respiro  de  aquel  dolor.  Tanto  que  intentó por mí que,  su  vida se  le  escapaba de las manos.
Sin embargo  decidí  que no quería  entregarle  a  él  mi  cordura,  puesto que  no la  tenía  en mis manos, la  tenías  tú.
Día a día se  percataba  de  que  no  podía  amarle  igual  que  a ti.  Me  preguntaba ¿Por  qué te  prefería  a ti.
Nada  me  hizo  sentir  tan mal  que  destruir  su  corazón en mil pedazos, pero  estabas  tú  sobre todo, y  no  podía  evitar  sentir una  necesidad  por  esa  droga que hacía  latir  mis órganos  vitales.  Creí  que todo sería  como  antes,  siempre  pensé  que  éramos  muy  similares, y demoré  mucho  en  darme  cuenta  de que  nunca  fue  así.
Mis  errores fueron garrafales,  pero no  comprendía  por  que justo  cuando había  cambiado todo eso, fuiste tú quien hizo pedazos mi corazón.
Cuando  comenzaste  a  extrañar más  la  compañía de  magenta  que  la mía me dí  cuenta  de  que  ya  no  éramos  más  aquellos  jóvenes que  se  divirtieron alguna vez jugando  en un parque.  Ahora ella era  tu  magenta  y  nuestra  burbuja comenzó  a  romperse…
No  sabría  contar  cuantas veces te  despediste  para  ir  a  dormir,  y  continuaste  platicando  con ella,  por  que  era  tu  nueva confidente, por  que  realmente  habían  conseguido  cultivar  una  buena  amistad  a base  de  confianza, tiempo  juntos  y  otras  afinidades.
Todo  eso, hasta  un cierto  punto,  traté  de  comprenderlo  hasta  que  me  volví  loca  cuando  supe  que  lo  ocultaste…
Eso  me hizo  creer  otras  cosas, que  la  preferías  antes que  a  mí,  cuando  yo te prefería  antes  que  todo el  mundo…
Me  sentía  fea,  no  supe quién era, hasta  que  me  ví  convertida  en  tu  sombra , quien te  seguía  por que  te  necesitaba y  a  quien tu considerabas  tu  musa  por que  era una  costumbre  de ambos.
Me  sentía pequeña  por  que  no  me  sentía  capáz  de  competir  con ella, debido  a  que  efectivamente e  había  equivocado en el pasado  y  tu  la  describiste  como la  persona más  honesta  y  buena amiga  que  nunca  tuviste.  Sabía que en algún momento yo llegué a significar eso para ti, y ya no lo era más-
Me retorcía en mi incertidumbre por que a pesar de que sabía que me lo ocultabas, yo seguía intentando enamorarte… y es algo que jamás sabré como hacer nuevamente.
Me invadía una profunda tristeza cada noche que hablamos y tardabas tanto en responder, cuando antes le respondías a ella. ¿Qué cómo lo supe?, Para esas alturas, efectivamente mis celos se  habían salido de control derivado de las mentiras y la desconfianza que había descubierto, aunque no te hubiere mencionado nada al respecto.
Me sentí ahogada al no tener con quien hablarlo, y siendo honesta, esa era la parte en la que solo marrón sabía darme un consejo.
Muchas veces lloró conmigo, a sabiendas, que yo no podía estar tranquila, y quería por todos los medios volver a ocupar ese lugar que ocupé en tu vida. Que fueras primero mie amigo, nuevamente, que me llenaras con tu amor, como aquellos días bajo los árboles…
Creo que solo empeoré las cosas, me volví loca en mi dolor, de lo que imaginaba. No quería que te fueras; Luego descubrí que no solo era magenta, tus ojos, miraban a personas externas a mi por que ciertamente te estabas cansando o eso percibí…
Mi cordura sugería que era un buen momento para darme por vencida, puesto que cuando el amor se apaga por fracturas, es imposible recuperarlo.
Me sentía demacrada frente al espejo, incapaz de enamorarte algún día nuevamente…
Tu solías maravillarte por sus fotos, y solías hacérmelo saber, nunca supe si fue sin querer, pero a fin de cuentas lo supe. No hubo nada que me lastimara más que saber que no eras mío.
Y al fin comprendí que siempre habíamos sido diferentes.
La amistad que yo extrañaba, nunca fue amistad, de lo contrario no se habría roto al iniciar nuestra relación. La amistad se alimenta día con día al igual que una planta. Organismo pluricelular que se había marchitado desde la primera vez que intercambiamos insultos y rompimos en llanto uno por el otro.
Las cosas que tuvimos en común terminaron en cuanto se volvió una rutina, llegar, e ir juntos al parque, al preguntarnos lo mismo, cada mañana, al enviarnos un mensaje de texto siete días a la semana, sin algo que  destacara. Me incluyo.
La persona a quien yo conocí (tú) cambió cuando comenzó a darse cuenta de que detrás de nuestros muros, había otros mundos y decidió explorarlos. Me pregunto ¿Qué hubiera sucedido si ante la ley hubiéramos unido nuestras vidas a escondidas cuando decidimos usar nuestros anillos que representaron nuestro compromiso?
Con el tiempo dejaste de utilizarlo por que dudabas si realmente querías compartir tu vida conmigo.
Lo que nunca pude comprender fue: ¿Por qué continuabas diciendo que me amabas?
Si tus actos mostraban lo contrario una y otra vez.
Y no quería dejarte hasta que mis ojos fueron abiertos. Fue el día en el que un buen amigo expresó: “El no va a cambiar…”.
Entonces reparé cada uno de mis cabellos desaliñados. Decidí que ya no tenía por que continuar bebiendo de mis propias lágrimas. Quizá  debía  pagar  por  lo  que  le hice  a  Marrón así que  le  ofrecí  una disculpa.
Para mi  sorpresa, sus  ojos  resplandecieron nuevamente, y  su  sonrisa  me mostró  una alegría  inmensa  de  volver  a verme. 
Pronto  un destello  de  luz  se  asomó  desde la  oscuridad  a lo  lejos  y  comencé  a  beber  rayos  de  sol  que  ahora  sabían  a té  de  canela  con manzana, en medio del  invierno.
No  intenté  buscar  un consuelo  en sus brazos.  Por  que  ese  consuelo  solo  vendría  con el  paso  del tiempo, simultáneamente  al  sanar  mi corazón. Proceso que se aceleraba con su alegría  y me di cuenta de  que no tenía que  dolerme toda  mi vida. Me enseñó a abrazar la verdad y a soltar todo lo anterior.  Cada día… de a poquito.

Volvió mi mejor amigo y nada trajo más paz que lo que fue postrero  a aquel  suceso.
Puse en orden cada pila de libros que había desordenados en mi vida.
Los ordené cronológicamente, y me deshice de las hojas secas que se yacían en la puerta de aquella entrada que daba paso a un nuevo amanecer.  Y así decidí perdonarme también, dejar en paz la vida de magenta y pedir también por ella. Para sanar  mi  corazón.
Despertaba cada vez menos en las noches, hasta que pude dormir con la luz apagada, como una niña pequeña.
Apartir de aquí, sellaré ese recuerdo.
TE PERDONO. ME PERDONO.
Dios te bendiga y te proteja en donde quiera que vayas Dennis.

Con aprecio: Anna.